El cacao es una materia prima presente en alimentos de todo el mundo. Un producto comercializado a nivel mundial desde 1700 y que ha generado un sector que ha crecido hasta convertirse en una industria multimillonaria. Una explotación que arrastra siglos de esclavitud infantil.
Algunas de las empresas alimentarias más importantes del mundo compran la mayor parte del cacao en países del África Occidental. Se trata de empresas que obtienen el ingrediente principal de muchos de sus productos a partir de fuentes que ejercen prácticas laborales abusivas como la trata de personas, los trabajos forzosos e incluso la esclavitud infantil. De hecho, el trabajo infantil se ha convertido en una práctica generalizada en estados como Ghana y Costa de Marfil, a pesar de las reiteradas denuncias de ONGs internacionales desde principios de los años 90. Quejas basadas en informes de Unicef e incluso del Departamento de Estado de EE.UU (en 2009 estimó en 100.000 los niños que trabajan en Costa de Marfil).
Dicho país es actualmente el mayor proveedor mundial de cacao, ya que proporciona hasta el 43% del total. Según Oxfam, cientos de miles de niños son comprados a sus padres por una miseria, e incluso robados, con el propósito de trasladarles a las plantaciones de Costa de Marfil y esclavizarles. Son niños que provienen de Mali, Togo o Burkina Faso, cuyos padres malviven en la indigencia y son engañados con la esperanza de que sus hijos puedan enviar algo de lo que ganan desde la plantación. En concreto, suele tratarse de niños de entre 11 y 16 años, que son obligados a trabajar entre 80 y 100 horas a la semana. Ni se les paga, ni reciben una educación, apenas de alimentan y son golpeados si tratan de escapar. De hecho, la esclavitud contemporánea se puede definir como el control sobre una persona con fines de explotación económica a través de la violencia o la coacción (pérdida de la elección y la libertad). Y en el caso de los niños, es una situación que nace a través de decisiones por necesidades económicas.
El Foro Internacional de los Derechos Laborales (ILRF) sostiene que en África Occidental existen entre 500.000 y 1,5 millones de niños trabajadores. Además, en Costa de Marfil tan sólo acuden a la escuela el 60% de estos niños y apenas el 50% de las niñas.Algunas compañías ya trabajan bajo las normas del comercio justo
El problema comienza en los agricultores, que apenas generan ganancias para poder contratar trabajadores, por lo que acuden a los niños, que comienzan ayudando a sus padres para después trabajar en los campos y abandonar la escuela. Asimismo, la labor que desempeñan en las plantaciones está rodeada de peligros: uso de grandes machetes para talar las vainas de cacao, aplicación de pesticidas y otros productos químicos para los árboles, etc. En concreto, el 80% de estos niños transporta cargas pesadas y el 57% usa diariamente machetes y otras armas de gran tamaño.
Por otra parte, el sistema de comercio del cacao es enormemente complejo: su precio está fijado por múltiples factores ante los que los agricultores nada pueden hacer. No tienen ni voz ni voto en decisiones que únicamente competen a las juntas directivas de las empresas. En realidad, ni siquiera saben qué precio deben pedir por su cosecha. El caso es que durante la década de 1990, el Banco Mundial y el FMI desarrollaron programas de ajuste estructural (PAE) que exigían la privatización de las plantaciones a cambio de la condonación de las deudas. Antes los gobiernos regulaban el mercado, lo que garantizaba a los agricultores un precio mínimo independiente del verdadero precio de mercado. Pero a raíz de las nuevas medidas, el precio cayó dramáticamente afectando a la economía de dichos países: el comercio del cacao supone el 40% del PIB de Costa de Marfil y el 60% de sus ingresos de exportación. De este modo, el bajo precio equivale a un bajo rendimiento de los productores: sólo pueden vender sus cosechas una o dos veces al año, obtienen alimentos y fertilizantes a crédito y así ven reducidos sus beneficios. Unos números que les obligan a buscar formas más baratas de mano de obra: los niños.
No obstante, es cierto es que el valor del cacao ha ido aumentando durante los últimos años, algo que debería beneficiar a sus productores a largo plazo:
La compra de cacao en este tipo de “granjas” permite a las grandes compañías alimentarias obtener enormes beneficios a partir de costes de producción extremadamente bajos. Evidentemente, son beneficios bastante menores a los de pequeñas empresas que sí apuestan por el comercio justo del cacao a través de contratos y acuerdos que defienden la dignidad de las personas. ¿Cómo? Pues asegurando unos sueldos que permiten mantener a sus familias, invertir en su futuro y enviar a los hijos a la escuela.
Por su parte, durante los últimos años los cuatro principales países productores han desarrollado medidas para hacer frente a la esclavitud infantil trabajando conjuntamente con ONGs y fundaciones relacionadas con el cacao. Sobre el papel, los gobiernos de Costa de Marfil y Ghana han aprobado leyes relativas al forzado y explotación laboral, la educación obligatoria y la edad mínima legal para trabajar, pero la realidad es desgraciadamente muy diferente, porque son leyes que en la práctica no se llegan a aplicar. Al fin y al cabo, ni los gobiernos corruptos ni algunas de las grandes multinacionales alimentarias desarrollan al 100% su capacidad para cambiar las cosas. En el fondo, no interesa:
La desigual lucha contra la industria
Numerosas ONGs y otras organizaciones sin ánimo de lucro están desarrollando iniciativas a través de internet con el objetivo de mejorar poco a poco las condiciones en las que se encuentran los niños esclavos de las plantaciones. Es imposible dar cabida aquí a todas ellas y a su impagable labor, pero sí me gustaría destacar el papel de dos de ellas:
Anti-Slavery es una organización fundada en 1839 y con sede en Londres. Se trata de la organización internacional de derechos humanos más antigua del mundo y trabaja a nivel local y nacional con el propósito de eliminar todas las formas de esclavitud existentes todavía hoy. Y uno de sus cinco focos de acción es la esclavitud infantil en la industria del chocolate. A través de la red ofrecen al usuario poder colaborar en forma de donaciones individuales, mediante afiliación (aunque no residas en Reino Unido), con la creación de grupos de presión en universidades o a nivel regional e incluso formando parte de sus campañas sobre el terreno.
Pero también hay sitio para organizaciones jóvenes y de pequeño tamaño como la estadounidense Slave Free Chocolate. Creada en 2007, nació con el propósito de difundir un tema que hasta hace muy poco era casi desconocido en EE.UU, pero que ha ido creciendo hasta convertirse en un líder de opinión mediante el desarrollo de campañas y charlas. A través de internet ofrecen la posibilidad de recibir donaciones que irán destinadas a la educación de los niños y a la creación de campañas de sensibilización.
Y recordad, alrededor de 10 millones de personas en África Occidental dependen del cultivo de cacao como fuente de ingresos. Ante la pasividad de algunos gobiernos y compañías del sector, la abolición de la esclavitud infantil y la mejora de sus condiciones de vida están también en nuestras manos.
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